Convenciones: La Política como Espectáculo

“Today the mass audience (the successor to the ‘public’) can be used as a creative, participating force. It is, instead, merely given packages of passive entertainment. Politics offers yesterday’s answers to today’s questions.

A new form of ‘politics’ is emerging, and in ways we haven’t yet noticed. The living room has become a voting booth. Participation via television in Freedom Marches, in war, revolution pollution, and other events is changing everything.”

Marshall McLuhan

En las últimas dos semanas tuvieron lugar en las ciudades de Tampa Bay y Charlotte, en los Estados Unidos las convenciones Republicana y Demócrata (respectivamente). Culmen del proceso de elección interna de cada partido político en estos eventos se anuncia y vota la plataforma política de cara a los comicios y se nomina al candidato para las elecciones presidenciales. Originalmente, estas eran reuniones llenas de emoción y “grilla” política, verdaderas competencias por las preferencias de los delegados- consideremos que Lincoln no era favorito para ser nombrado representante de su partido y fue hasta la tercera ronda de votación en que ganó.

En la actualidad las Convenciones siguen un guión cuidadosamente construido que tiene por objeto dar un espacio a los liderazgos emergentes para darse a conocer- sin opacar al eventual candidato- así como crear un foro en el cual el partido político puede transmitir un mensaje, sin interferencias, al electorado norteamericano. Estos eventos se basan en un equilibrio cuidadoso, se pretende agradar a la base- generalmente el espectro más radical del electorado- a la vez que se coquetea con los votantes indecisos- generalmente la sección moderada de la ciudadanía.

En  este sentido, las Convenciones se han convertido en grandes espectáculos- a donde asisten no solamente los delegados, sino también estrellas de Hollywood, cantantes, el grueso de los periodistas relevantes del país así como cientos de corresponsales extranjeros. La cobertura mediática es total, abarcando un buen trozo de los segmentos informativos de las principales cadenas de televisión. El análisis no solamente se hace sobre la plataforma y los discursos, sino sobre el vestido de la Primera Dama, la selección de canciones para los interludios, la cantidad de asistentes y del rating. La dependencia en la imagen impecable y en el “soundbite” se vuelve cada vez mayor y en ocasiones parece que se sacrifica la sustancia con tal de crear una impresión que se ajuste a las estrategias de los especialistas de comunicación política.

Esto indudablemente conlleva el gran riesgo de banalizar la política. Desde que John F. Kennedy derrotó a Richard Nixon en el primer debate televisado más por su imagen pulcra y joven que por la profundidad de sus argumentos, ha habido cada vez mayor presión por que los candidatos sea bien parecidos, hablen bien y se ajusten a un molde estético e imaginario sobre lo que se supone que debe ser el líder de los Estados Unidos. Esto se hace en perjuicio del contenido. George Bush (vaquero texano) le ganó la batalla estética a Al Gore (imagen “profesiorial”) por muchísimo- lo que a la postre fue fundamental para que estuviera en una posición para luchar en tribunales por la Presidencia.  Para decirlo de forma contundente, George Washington, John Adams, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt a partir de la segunda mitad del siglo pasado no habrían podido ganar una nominación.

Sin embargo, es necesario reconocer que las Convenciones no son solamente grandes espectáculos que ayudan a enmarcar a un candidato y a un partido en un esquema construido para vender una postura política. También son aprovechadas- notoriamente las últimas dos (y en particular la del partido Demócrata)- para fortalecer el sentido de comunidad. En estos eventos cada partido, al detallar su forma de entender como funciona la sociedad estadounidense, relanzan el debate sobre los valores que hacen de los Estados Unidos eso, unos estados unidos. Hay una serie de discursos y pronunciamientos, en “prime time”, sobre lo que en la perspectiva de cada bando hace de nuestro vecino una nación diferente de las demás. Se genera un contraste constructivo respecto de las divergentes concepciones sobre la “idea” americana, el famoso “American Dream”. Y para esto, la clase política de los Estados Unidos hace el mejor uso de los medios de comunicación. Planteándolo en términos de Marshall McLuhan

“El poder tribalizante de los nuevos medios electrónicos, la forma en que nos regresan a los campos unificados de las viejas culturas orales, hacia patrones de pensamiento pre-individualistas y de cohesión tribal […] El tribalismo es la  conciencia de profundos vínculos de familia, la sociedad cerrada como la norma de la comunidad.”[1]

Debemos entender las Convenciones como ejemplos de lo mejor y lo peor de una sociedad hipermediatizada y ansiosa de espectáculos como es la norteamericana. Estas reuniones son muy útiles para que el electorado estadounidense cada cuatro años replantee el debate sobre la naturaleza de su sociedad, particularmente en momentos como el actual- en que los Estados Unidos están sumidos en una crisis de confianza importante. Desgraciadamente, este debate indudablemente se ve distorsionado por la efectividad con la que se crea una imagen que apela al imaginario del electorado. Y tampoco debemos desdeñar la advertencia oculta de McLuhan: el enfoque en la comunidad como una sociedad cerrada.

No se puede insular a la política de figuras imaginarias construidas para atraer. Sin embargo, se puede mitigar el efecto de la máscara cuando se le inserta algo de sustancia. La clave está en encontrar el equilibrio adecuado. Las convenciones en ocasiones auxilian en esta tarea. En otras ocasiones, como la ya mencionada primera elección de George W. Bush (y, argüiblemente, también la segunda), el fracaso es rotundo y la imagen priva sobre la sustancia. Sin embargo, la costumbre de debatir y reflexionar constantemente acerca de la naturaleza de la sociedad en que se vive s sumamente constructiva. Para, de nueva cuenta aludir a McLuhan, este intercambio de ideas hace que el ambiente en que nos movemos, nuestro ecosistema, se vuelva visible- como si el pescado se volviera consciente del agua en que nada.


[1]  “The tribalizing power of the new electronic media, the way in which they return us to the unified fields of the old oral cultures, to tribal cohesion and pre-individualist patterns of thought […] Tribalism is the sense of the deep bond of family, the closed society as the norm of community.”     Marshall McLuhan, “The Book of Probes.

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